Desde hace años sostengo que recuperar territorios, como en este caso nuestras islas Malvinas, requiere una estrategia basada en cuatro pilares: Diplomacia, Divisas, Defensa y Derecho. En esta ocasión, me centraré en la Diplomacia y su vínculo con la política exterior actual.
A dos año de gestión, el Gobierno de La Libertad Avanza ha mostrado un enfoque inédito en relaciones internacionales, con una fuerte inclinación hacia Estados Unidos e Israel y un distanciamiento de otros actores clave. Se rechazó el ingreso a BRICS, se alteraron posturas históricas en Naciones Unidas y se deterioraron vínculos con países de América Latina. Esta política puede generar incertidumbre entre aliados potenciales en la cuestión Malvinas.
En el plano militar, se optó por aviones de combate estadounidenses y se solicitó el estatus de Socio Global de la OTAN, lo que requiere la aprobación del Reino Unido. Además, Argentina se unió a iniciativas lideradas por Washington en Ucrania y Medio Oriente. Sin embargo, confiar en estos vínculos para lograr la soberanía en Malvinas es una apuesta incierta. Ejemplos como Panamá con su canal o China con Hong Kong muestran que la recuperación territorial suele requerir estrategias más amplias.
Mientras tanto, empresas británicas e israelíes avanzan en la explotación de recursos en la zona, fortaleciendo la influencia de los isleños en la diplomacia de Londres. A la vez, más de 90 países, desde América Latina hasta el mundo musulmán, podrían hoy mostrar menor apoyo a la posición argentina.
El desafío es claro: Argentina necesita una diplomacia efectiva, basada en el consenso y la estrategia, para sostener su reclamo sobre Malvinas. ¿La Libertad Avanza? En este aspecto, la confusión parece estar ganando terreno.