Este 20 de junio, Rosario volverá a vestirse de celeste y blanco para rendir homenaje a la bandera nacional en el sitio más emblemático posible: el Monumento a la Bandera. Sin embargo, lo que debería ser un acto de unión nacional, contará con una notoria ausencia: el presidente Javier Milei decidió no asistir al acto central en la cuna de la enseña patria. Estarán presentes el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, y el intendente Pablo Javkin. Pero la silla presidencial permanecerá vacía. Desde el municipio confirmaron que Milei rechazó la invitación, a diferencia del año pasado, cuando sí participó y definió a Manuel Belgrano como un “maximalista de la libertad”.
En cambio, Milei encabezará un acto en el exclusivo Campo Argentino de Polo, en Palermo, lejos del interior profundo y del simbolismo histórico que encarna Rosario cada 20 de junio. La ceremonia porteña incluirá el juramento de lealtad a la bandera por parte de cadetes militares y contará con la presencia del gabinete nacional.
Este gesto ha sido leído por muchos como un nuevo desprecio hacia el interior del país y, en especial, hacia la provincia de Santa Fe. La ausencia presidencial no es menor: rompe con una tradición que honraron casi todos los mandatarios democráticos desde el regreso de la democracia, quienes entendieron que la Nación también se construye desde sus símbolos y desde sus provincias.
Mientras tanto, Rosario no detiene su marcha y sigue apostando a una conmemoración popular, federal y participativa. Además de los actos oficiales, la ciudad ofrecerá una variada agenda cultural con dos escenarios, ferias, gastronomía típica y espectáculos para todas las edades. Será una verdadera fiesta popular, con sabor a patria, aunque con un vacío institucional que pesa.
El Día de la Bandera merece más que indiferencia. Merece respeto, memoria y presencia. Porque en Rosario no sólo flamea un símbolo: late la historia de un país que, una vez más, parece dividirse entre la capital y el resto.