La ciudad de Reconquista vivió un día muy doloroso e imposible de ignorar. En menos de 24 horas se registraron dos suicidios que conmocionaron a la comunidad y volvieron a poner en primer plano una problemática que crece como una verdadera pandemia silenciosa: el aumento alarmante de muertes autoinfligidas, especialmente entre jóvenes y adultos. El silencio oficial contrasta con la magnitud del problema. Reconquista no es una excepción: este fenómeno se repite en numerosas localidades del norte santafesino, pero en esta ciudad el impacto ha sido particularmente visible y doloroso.
En la mañana del 1º de octubre, Walter Ariel Aranda, de 24 años, fue hallado sin vida en una zona rural de la estancia La Manuela. El joven, trabajador de la construcción y residente del Barrio Belgrano, había enviado mensajes angustiantes a su círculo más cercano durante la noche anterior. Su búsqueda desesperada culminó con el hallazgo de su cuerpo en horas de la mañana.
Ese mismo día, por la noche, la tragedia volvió a repetirse. En un departamento de calle Ludueña, Leisa Daniela Maurencing, de 30 años, fue encontrada inconsciente por un familiar tras ingerir una gran cantidad de pastillas. Pese al traslado inmediato al Hospital Regional, horas más tarde se confirmó su fallecimiento.
CRISIS SOCIAL
Los especialistas vienen advirtiendo desde hace años que en Reconquista se registra un preocupante número de casos de suicidio, pero la problemática rara vez se coloca en la agenda pública con la urgencia que merece. No se trata de hechos aislados, sino de un fenómeno que afecta a distintos sectores sociales y que se ha profundizado después de la pandemia de COVID-19 entre los años 2020 y 2021.
El aislamiento, la pérdida de vínculos, las dificultades económicas, la precarización laboral y la falta de contención en salud mental dejaron secuelas profundas que hoy se expresan en un aumento de conductas autodestructivas. La crisis social que atraviesa el norte santafesino, marcada por la falta de empleo y de oportunidades, también actúa como un detonante.
AUSENCIA OFICIAL
Mientras las familias lloran a sus seres queridos y la comunidad observa con dolor cómo esta problemática se expande, la respuesta de las autoridades municipales y provinciales sigue siendo prácticamente nula. No existen programas serios y permanentes de prevención en salud mental, ni campañas sostenidas que ofrezcan espacios de contención y acompañamiento para quienes atraviesan situaciones de vulnerabilidad emocional.