La noticia volvió a golpear con fuerza a Reconquista. El lunes 29 de septiembre de 2025, cerca de las 12:45 horas, Darío Martín González, un changarín de 34 años y esposo de Carina Sanabria, fue hallado ahorcado en una habitación de su domicilio sobre la Avenida Islas Malvinas (calle 47) al 1278. A las 13:30, el médico policial confirmó el deceso por “asfixia por ahorcamiento”. Otro nombre más, otro hecho más, en una ciudad donde las tragedias personales parecen multiplicarse y, sin embargo, nada cambia. Detrás de cada tragedia hay un rostro, una familia destrozada y una comunidad que, aunque conmocionada, sigue sin reaccionar.
Ese mismo dolor atraviesa hoy a una niña de apenas 12 años que intentó quitarse la vida tras sufrir bullying sistemático en la Escuela N° 1354 “Claudio Lepratti”. El testimonio de su madre, quien también es policía, desnuda tanto el padecimiento de la menor como la inacción de las instituciones que debían intervenir. “La escuela sabía lo que pasaba y siempre lo minimizaron”, expresó con angustia. Y agregó: “Quiso terminar con su vida porque está cansada de los maltratos”.

Estos episodios no son aislados. Aunque no existen estadísticas oficiales, consultas realizadas reflejan que Reconquista es una de las localidades con mayor cantidad de suicidios y presuntos suicidios de la provincia. No hay edades: adolescentes y adultos aparecen atrapados en una desesperanza que, silenciosamente, va cobrando vidas. Los más vulnerables son los adolescentes, quienes enfrentan hostigamiento, pobreza, precariedad emocional y un sistema de contención prácticamente ausente.
“DE ESO NO SE HABLA”
Lo que duele no es solo la muerte o el intento de muerte. Duele la indiferencia. Duele ver cómo cada caso se convierte en noticia fugaz y se olvida al día siguiente. Duele que ni la Municipalidad ni el Gobierno Provincial impulsen políticas reales y sostenidas de prevención, acompañamiento y asistencia psicológica. Duele que los mecanismos de contención en las escuelas, en los barrios y en los centros de salud sean insuficientes o lleguen tarde.
Reconquista está mirando hacia otro lado mientras se pierde su gente. Cada nombre, cada historia, debería ser una señal de alarma, no una estadística invisible. La ciudad necesita con urgencia programas efectivos de prevención del suicidio, redes de apoyo, capacitación docente, protocolos de intervención ante el bullying y recursos reales para acompañar a quienes atraviesan momentos críticos.