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SEMANA SANTA, Domingo de Pascua y Su Resurrección

El Evangelio ofrece al mundo una esperanza única. Aquí radica la gran diferencia con todas las demás religiones e ideologías:“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25)

El viernes lo acompañaron en su agonía y muerte, ayer sábado en silencio lo velaron y hoy Domingo de Pascua, lo alaban y festejan su Gloriosa Resurrección. Jesús volvió de la muerte junto a sus discípulos, como les había prometido  y  volvió a los hombres llenándolos de Esperanza.

Domingo de Pascua es una de las más sagradas fiestas de la cristiandad, y famosa en muchas partes del mundo. Es una observancia religiosa antigua y principal en las iglesias que generalmente han adoptado el domingo de Pascua como el día de la resurrección, y el tiempo apropiado para celebrar este evento

Es una celebración no sólo de la resurrección de Cristo, sino también de la resurrección universal.

Pilatos había dicho a sus soldados: “Una guardia tenéis; id, aseguradla como vosotros sabéis”. Y fueron y aseguraron el sepulcro; y además de poner la guardia, sellaron la piedra. (Mateo 27:65-66)

Pasado el sábado, cuando las mujeres fueron al sepulcro en esa mañana, no fue para comprobar si Jesús había resucitado, sino para ungir el cuerpo de Jesús y despedirse definitivamente de él. Apenas llegaron observaron que la piedra de la entrada había sido removida.

       “Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos.”(Mateo 28:2-4)

  Al ver esto, creyendo que alguien se lo había llevado se fueron del lugar y solo quedó María Magdalena llorando. De pronto el ángel le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras pero no le creyeron.

La fe en la Resurrección de Jesús no sólo ha encontrado oposición en tiempos recientes, sino que los mismos discípulos fueron los primeros en mostrar una enorme resistencia a creer en ella y sólo después de ver las evidencias por sí mismos y de encontrarse en repetidas ocasiones con el Señor Jesús resucitado, llegaron a creerlo.

Se puede creer o no, pero existen datos históricos narrados por los testigos de la hora que evidencian lo sucedido, y estudios bíblicos importantes que los corroboran.

El Evangelio ofrece al mundo una esperanza única. Aquí radica la gran diferencia con todas las demás religiones e ideologías:

“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25)

 

 

 

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