Un 21 de Enero de 1915 se apagaba la vida de Domingo Guzmán Silva. Un pueblo acongojado despidió los restos mortales del virtuoso ciudadano. Hombres de todas las clases lloraron su muerte.
Por: José Rafael López Rosas
Lejos estaban los años de su niñez en aquel San José del Rincón de su nacimiento. Años de vacas flacas, cuando su madre lo inscribió en la humilde escuelita fundada por el batallador fraile Castañeda, de la que tuvo que sacarlo tiempo después para qué con su trabajo, de dependiente de almacén, contribuyera a mantener su hogar.
Autodidacta, libra desde el primer instante una lucha sin tregua contra a la incultura y el analfabetismo. y así en la aldea silenciosa – dice uno de sus biógrafos- el chiquillo precoz elaboraba su constitución mental, a la cual nutria con la lectura de los clásicos.
A los 16 años, llevado por su pasión civilizadora funda en Santa rosa de Calchines, una escuela para adultos, alternando la docencia con el periodismo, que se concreta con la aparición de ” La Aurora”, un breve periódico manuscrito que repartía fervorosamente entre los vecinos de la costa.
Su labor pedagógica no pasa por alto, y es llamado por el gobierno de la provincia, designándolo en diversos cargos durante los primeros años de su juventud, llegando a presidente del Consejo de Educación e inspector general de escuelas. A su lado trabajan los más destacados educadores de la época, que ven en Domingo G. Silva al maestro por antonomasia. Se destacan en este grupo Amadeo Ramírez, Arturo Valdez, Humberto Gambino, Salvador Vigo, Manuel Frutos Julio y Alfredo Bello, José Gregorio Paz y otros, cuyos nombres no han pasado al olvido, merced a su eficiente labor.
Tentado por el periodismo de entonces, pujante y renovador, se embarca en los vaivenes de la política, fundando “Unión Provincial”, diario de combate que nacía a la luz para tirotear al oficialismo de entonces, defendido desde las columnas de “Nueva Época”, periódico que agrupaba a los escritores más esclarecidos de la provincia, y a cuyo frente se encontraba nada más ni nada menos que David Peña. Sin titubeos y asumiendo la responsabilidad de sus tarea, lanza sus magníficas editoriales contra la pléyade gubernista, integrada por ese entonces, en el diario opositor, por Gustavo Martínez Zuviría, Diego Fernández Espiro, Carlos Roxio, José Gras y el mismo Peña, enre otros. La altura y la luminosidad de sus escritos le vales el respeto y la admiración de sus adversarios, llegando el mismo Mitre a ofrecerle el cargo de Editorialista en el siempre poderoso diario “La Nación”, de Buenos Aires. Ofrecimiento que rechaza por permanecer fiel a la política sustentada entonces por José Bernardo Iturraspe.
Llevado por su vocación periodística funda ” El Heraldo”, y “El Santafesino”, colaborando además en otras épocas en “El Centinela”, “El Independiente” y hasta en la misma “Nueva Época”, a la que fue llamado en determinadas circunstancias por el propio David Peña, su director.
…Todo Santa Fe conoce sus escritos, firmado a veces con su nombre con el seudónimo de Gonzalo Gonzáles de la Gonzalera; y aunque no tuvieran ninguna firma la diafanidad de su castizo estilo, le hacían reconocible al instante…
Tal era la formación humanista de este autodidacta que, convocada la Convención Reformadora Provincial que sancionó la Constitución de 1900, fue elegido por el pueblo santafesino en calidad de convencional, aportando en aquellas luminosas jornadas la serenidad de sus juicios, adobados de profundos conocimientos en materia constitucional.